Δευτέρα 30 Αυγούστου 2010

Mark Matveevich Antokolski (Rusia, 1843-1902):
La muerte de Sócrates
Foto: A.S.Rochmilovich

Παρασκευή 20 Αυγούστου 2010

ΣΩΚΡΑΤΗΣ 10

Charles Alphonse du Fresnoy (Francia, 1611 – 1668):
La muerte de Sócrates
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Aun más, Meleto, ¿tú afirmas que corrompo a los jóvenes con esta conducta? Todos sabe-mos sin duda qué clase de corrupciones afectan a la juventud; dinos entonces si conoces algún joven que por mi influencia se haya convertido de pío en impío, de prudente en vio-lento, de parco en derrochador, de abstemio en borracho, de trabajador en vago, o sometido a algún otro perverso placer». «¡Por Zeus!», dijo Meleto, «yo sé de personas a las que has persuadido para que te hicieran más caso a ti que a sus padres». «Lo reconozco», contaba que había dicho Sócrates, «al menos en lo que se refiere a la educación, pues saben que me he dedicado a ello. Pero en cuestión de salud las personas hacen más caso de los médicos que de sus padres, y en las asambleas prácticamente todos los atenienses atienden más a los oradores que hablan con sensatez que a sus parientes. Además, ¿no elegís también como generales, antes que a vuestros padres y a vuestros hermanos, incluso, ¡por Zeus!, antes que a vosotros mismos, a quienes consideráis que son más entendidos en materias bélicas?». «Así es, Sócrates», dijo Meleto, «porque así conviene y es la costumbre».«Pues en ese ca-so»,le dijo Sócrates, «¿no te parece también extraño que, mientras que en las demás activi-dades los que destacan en ellas no sólo alcanzan igual participación sino que reciben honores preferentes, yo, en cambio, por el hecho de que algunos me consideren el mejor en que es el mayor bien para los hombres, me refiero a la educación, me vea acusado por ti en una acusación con pena de muerte?». Es evidente que se dijeron muchas más cosas, tanto por parte de Sócrates como de los amigos que hablaron en su defensa pero yo no puse todo el empeño en contar todo lo que se dijo en el proceso, sino que me conformé con hacer ver que Sócrates se preocupó por encima de todo en dejar claro que no había cometido ninguna impiedad con los dioses ni injusticia con los hombres; y en cuanto a no morir, él no creía que debía suplicar para evitarlo, sino que incluso pensaba que era un buen momento para terminar su vida. Que ésa era su manera de pensar se puso muy en evidencia cuando la votación de la sentencia fue negativa, pues en primer lugar, cuando se le invitó a fijar por su parte la pena, ni quiso hacerlo personalmente ni permitió que la fijaran sus amigos, sino que incluso afirmó que el hecho de fijar su pena equivaldría a reconocerse culpable. En segundo lugar, cuando sus amigos quisieron sacarlo de la cárcel furtivamente, no lo consintió, e in-cluso pareció burlarse de ellos al preguntarles si conocían algún lugar fuera del Ática inac-cesible a la muerte.

Jenofonte: Apología de Sócrates

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Τρίτη 10 Αυγούστου 2010

Jean-François Pierre Peyron(Francia, 1744-1814):
La muerte de Sócrates